Suerte de mi juventud vitaminas y autocontrol ya que el cansancio físico y mental que experimentaba, contribuía también, a ser casi incapaz de continuar. Me quedaban pocas fuerzas para la concentración y es que aquel día, llenamos tres veces los dos grandes comedores del gran restaurante. Los camareros no paraban de hacer pedidos y más pedidos. Como final del servicio, unas diez parrilladas de pescado cuya ración constaba de al menos once piezas, debían “multiplicarse” por los diez comensales que las pedían. Uno de los mostradores utilizados a tal efecto, contenía el variado pescado aun crudo pareciendo unos soldados estratégicamente colocados en el campo de batalla antes de poner trozo por trozo, sobre las parrillas por las manos expertas de los otros cocineros.
Unos vales con un pedido de siete paellas de marisco, y muchas cosas más, terminaban de llenar el gran tablero vertical de madera colocado a tal efecto. Por otro lado, las largas y voluminosas planchas de hierro, estaban a rebosar de otros alimentos. Los siete hornos también. El aceite de las cuatro freidoras gigantes, parecía como una calle inundada de un día imparable de lluvia por las burbujas de la grasa que freían una, los calamares a la romana, la segunda, las croquetas de jamón y queso, la tercera, las patatas souflé y la última, unas hermosas rodajas de merluza a la Romana que subían tímidamente hacia la superficie.
Una cocina como aquella, era un verdadero espectáculo de distracción, para los clientes que nos veían desde el amplio ventanal que daba a los comedores. Menos mal, que ya eran casi las cuatro de la tarde y aquella avalancha de clientes mermaba lentamente.
Me senté en mi pequeño taburete y recomendé a mis compañeros de trabajo que hicieran lo mismo cuando sus tareas lo permitieran.
Aquella temporada de verano fue muy dura, y menos mal, que ya era el último de los tres meses que llevábamos de trabajo sin ningún día de descanso. Eso si, dentro de pocos días, mi bolsillo recibiría el cheque con una generosa cantidad bien ganada. Muchísima gente de otras profesiones, necesitaría quizás ocho meses o más, para cobrar lo que yo me gané en unos tres meses y medio. Esta es, la parte positiva de una profesión no exenta de sacrificio y a veces nervios por doquier.
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