En 1887, el magnate francés Gastón Menier instaló un novedoso aparato en su comedor que permitía que las comidas fueran transportadas directamente de la a la mesa. Una miniatura de ferrocarril eléctrico llevaba, haciendo una parada delante de cada invitado, los platos preparados. Cuando la comida llegaba a su fin, el tren recogía los platos de los comensales y se los llevaba de nuevo a la cocina a través de un agujero en la pared.
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