Son las las diez de la noche y los camareros no paran de pedir las comandas que les han hecho los clientes. Los cinco cocineros que somos en aquel gran restaurante con nuestros respectivos ayudantes vamos a cien por hora dentro de la cocina, eso si, con un buen método de organización, como hay que tenerlo siempre en cualquier trabajo, pero a veces, aunque pocas, por suerte, pasan cosas como la de hoy. No hay nada peor que en pleno servicio se vaya la luz y eso es lo que ha ocurrido con los dos comedores a tope de clientes.
El chef sr. Roca, yo hago de segundo cocinero, se mete las manos en los bolsillos, se queda desconcertado y comienza a andar unos metros hacia adelante y hacia atrás, mientras unas diminutas gotas de sudor le caen lentamente por la frente, el potente extractor se para y un ambiente de humo y olor aunque bueno, permanece en el habitáculo culinario, una mezcla de ambas cosas que en un principio no llegan a molestar aunque si lo hace lo primero, el humo, que ya empieza a dominar en el ambiente.
La poca luz de emergencia situada en un lateral, apenas deja vernos las caras, aquella luz se refleja tímidamente sobre el rostro del chef y hace que su rostro tenga un color como fantasmagórico. Me mira y me dice preocupado.
-JOAN,PREFIERO QUE FALLE UNA PLANCHA O UNA FREIDORA A QUE NOS QUEDEMOS CASI A OSCURAS YA QUE AL FIN Y AL CABO EL SERVICIO TIENE QUE CONTINUAR A LOS CLIENTES NO SE LES PUEDE DECIR QUE VENGAN OTRO DIA, LA MAYORÍA HAN COMIDO EL PRIMER PLATO. ES UN VERDADERO PROBLEMA PERO HAY QUE CONTINUAR- - CLARO CHEF, NO HAY OTRA SOLUCIÓN-
Y es que amigos y amigas, en cualquier otro trabajo puede ocurrir y se puede parar aunque sea media hora, pero en un restaurante es un verdadero problema.
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